Capitulos 0 y 1



CAPITULO 0 - EL LOCO


Hacía ya tres tardes seguidas que iba a jugar con Joaquín a la plaza  del barrio al que me había mudado un mes y días atrás. Joaquín, o Cangurillo como acostumbraba a llamarlo por su manía de andar dando saltos, tenía seis años y todas las tardes iba a los juegos de la plaza para matar el tiempo mientras esperaba la llegada de su madre del trabajo a las siete.

Esa tarde calurosa de Febrero me invitó a tomar una deliciosa chocolatada con galletitas, antes de que el sol se ocultara así la madre me conocía. Estaba muy entusiasmado de tenerme como nuevo amigo, era un pequeño tímido y callado que no se relacionaba fácilmente con los jóvenes de su edad. Sin dudarlo acepte su invitación, pero primero quería comprar caramelos en el kiosco que quedaba a dos cuadras.

Cangurillo no dudo ni un segundo y juntos comenzamos a caminar rumbo a nuestros caramelos. En el camino y a pocos metros del kiosco de Don Pedro nos detuvimos a atar mis cordones, justo en frente estaba aquella misteriosa casa con aspecto abandonada del que todo el mundo hablaba. A cangurillo le daba miedo porque su padre siempre lo asustaba al pasar por allí.

Le insistí para que entráramos a observar lo que había pero no se animó, así que le di las monedas para que comprara los caramelos mientras yo me adentraba en aquella oscuridad tenebrosa, sin saber qué se ocultaba detrás de aquellas altas paredes recubiertas de añejo hollín.
Joaquín regresó y, al no encontrarme, empezó a llamarme “Julián, Julián!”. Hice oídos sordos, quería saber si se atrevería a entrar. Tal como lo supuse, cangurillo ingresó de un salto, nervioso y tambaleante para alcanzarme los caramelos.

Una vez adentro todo sería más fácil, los días que había jugado no fueron en vano. Joaquín asustado tropezó con una piedra y fue la oportunidad perfecta. Mis ojos se agrandaron al ver como la soga rodeaba el cuello del pequeño canguro, como su garganta se iba cerrando cada vez más. Ejercía presión de a poco con mis grandes manos, sentía la mayor satisfacción al hacerlo. Sus ojos también se agrandaron, se llenaban de un color rojo escarlata, quería gritar pero no podía, apenas alcanzó a decirme Julián  Julián, Julián, como si así me llamara realmente. Estaba desesperado y no paraba de patalear, su resistencia a morir con la soga hizo que cambiara de planes, necesitaba que mis ojos observaran aún más sangre que la vez anterior.

La adrenalina y el gozo de ver a cangurillo sin casi poder movilizarse me dio más fuerzas, tomé la piedra con la que segundos antes había tropezado y de un golpe seco se la hundí en el centro de la frente.

Lo quedé mirando ya sobre el suelo, solo me faltaban unos simples detalles: sacarle la ropa, ponerle un rosario y escribir con sangre en su pecho el número cinco.






CAPITULO 1 - EL MAGO


No se tardó mucho en encontrar el cuerpo del pobre pequeño en la casa de la calle Lincoln, ni tampoco se tardó demasiado en llamar al detective Morales para que acudiera a la escena del crimen. No era un simple asesinato y se asemejaba con otro ocurrido en la misma ciudad de la cual dependía la jurisdicción de policía donde trabajaba “Sherlock” Morales. 

Si bien su nombre era Roberto, lo llamaban así por ser uno de los mejores agentes de la zona y participar activamente en la resolución de los últimos casos policiales que aterraron a los ciudadanos del lugar. Morales usaría todas las herramientas que tuviera a su alcance para obtener las respuestas frente tanta incertidumbre, pero en este caso le sería dificultoso.

A la hora de haber sido llamado, el detective llegó apresurado al lugar. Era un hombre alto de ojos claros y pelo negro azabache, usaba un sobretodo marrón, no aparentaba los 50 años que tenía. Se encontró con una multitud alrededor de la casa abandonada, pudo advertir a los padres del niño, solo bastaba ver el dolor y las lágrimas en sus rostros.

Al ingresar y divisar el cuerpo que yacía en el piso, no pasó por alto que la forma en la que había sido asesinado Joaquín se relacionaba directamente con otro caso ocurrido anteriormente, aunque no quería alarmar ni sacar conclusiones prematuras. Dos casos podrían ser coincidencia, esperaba que no haya un tercer homicidio que confirmara una teoría de asesinatos en serie.

Observó con atención todos los rincones de la habitación donde había sucedido la desgracia, sin embargo no había nada fuera de lo común, salvo el rosario y la marca en el pecho que tenía la víctima. El número 5 lo desconcertaba. ¿Sería esa la cantidad de muertes que había cometido o cometería? ¿Cuál era la razón por la que dejó esta vez un rosario? ¿Se trataría de un loco religioso?

Unos días antes habían encontrado a un hombre que vivía solo en su departamento muerto, desnudo, atado de pies y manos a una silla, sin ojos y lengua. Esa vez en el pecho el enigmático asesino había dibujado un sol ¿Qué intenta transmitirnos?

Tener tantas dudas sin responder le producía jaquecas. Le pidió a su ayudante Smith que registrara todo, que tomara declaración a sus padres y familiares, y que averiguara si los vecinos habían visto algo que les llamara la atención. Él se encargaría de buscar más semejanzas con el asesinato anterior porque estaba seguro que este… no sería el fin.





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