Capítulos 4 y 5

CAPITULO 4 - EL EMPERADOR


Otro de los días en el que el detective Morales organizó un paseo con su esposa e hijo fue interrumpido por una llamada telefónica del comisario. Debería postergar su tarde de circo y cena a las afueras por cuestiones laborales que el comisario poco había comunicado por teléfono pero que fue suficiente información para despertar su curiosidad y para ayudarlo posteriormente a atar un par de cabos más en el último caso que lo tenía tan preocupado y obsesionado.

Ese mediodía había concurrido afligido a la comisaría un hombre de contextura grande, de pelo y barba blanca, bien vestido y con una actitud avasallante. Estaba acompañado de un anciano de aspecto más dejado y quería comunicar la desaparición de su esposa. Se llamaba Alberto, un meticuloso y conocido ingeniero.
Su querida esposa Julieta no había llegado a la casa luego de ir, como todo domingo, a misa. Ella era catequista y le gustaba participar en las tareas y misiones que la Iglesia realizaba. Además no contestaba su celular y ninguno de los feligreses sabía hacia donde se había dirigido luego de la misa.

Alberto suponía que se trataba de un secuestro, ya que tenían una posición económica muy buena debido a su reconocida labor como ingeniero. Antes de acudir a la comisaría se ocupó él mismo de hablar con vecinos, familiares y amigos para saber el paradero de su mujer, nadie sabía nada. Esperó en su casa por si los secuestradores se comunicaban a su teléfono y encargó a la hija mayor que distraiga a su hermano para no preocuparlo. Luego realizó el mismo recorrido que Julieta hacia para llegar a la casa, preguntando a todo aquel que en la calle estuviese.

Con las primeras personas no tuvo éxito, pero luego se topó con el hombre mayor que ahora lo acompañaba a realizar la denuncia. Él no conocía a Julieta pero por las descripciones de Alberto y la foto que tenía en sus manos recordó verla con un hombre en la calle. La memoria no era su fuerte, ya estaba grande, pero lo que pudo aportar fue que la bella mujer con su bicicleta roja había estado con un muchacho rubio de bien vestir, con un auto que no concordaba con su vestimenta. Mucho caso no hizo de la situación, parecía que la mujer estaba ayudándolo.

Al llegar y contar todo esto, el comisario pidió tranquilidad, advirtió que para realizar los pasos formales debían esperar que transcurrieran más horas, ya que podría aparecer. A su vez les dijo que esperaran mientras llamaba al detective Morales, intuía que algo no estaba bien dado que las últimas dos denuncias por desaparición de la ciudad habían acabado en brutales asesinatos.

Morales fue puesto al tanto por su ayudante Smith apenas puso un pie en la dependencia policial y varias conclusiones pudieron sacar. El día anterior, en una ciudad lindera, se había recibido una denuncia por el robo de un auto color amarronado patente JB3542, como el descripto por el anciano. El auto lo habían robado mientras su dueño dormía la siesta y seguramente con fines de secuestrar a la mujer del ingeniero.

No se sabía quién podría ser el hombre rubio del cual se hablaba, ya que el marido estaba desconcertado. Al juzgar por la mujer que estaba desaparecida todos los caminos conducían al “Tatuador de Sangre”, como los medios bautizaron al hombre que hacía de la ciudad un lugar mucho más inseguro. Julieta se había refugiado en la religión desde el nacimiento de su hijo, y el asesino en su última víctima había dejado un rosario. Debían apresurarse y, de encontrarse el cuerpo sin vida, se podría deducir que el asesino se encarga de dejar pistas de su próxima víctima. Una conclusión muy vaga ya que no había manera de explicar cómo el sol en el pecho de Hilario, el empresario, estaba ligado a Joaquín, ni tampoco a que se refería el cinco tatuado en sangre en el pequeño cuerpo del niño junto al rosario.

Siguieron investigando tarde y noche, pero recién en las primeras horas del lunes tuvieron novedades, el auto estaba fuera de la ciudad, en una casa desocupada en ese entonces porque la familia que allí vivía estaba de vacaciones. Al enterarse de esto, una patrulla policial y el detective acompañado por su ayudante partieron rápidamente a la casa en busca del asesino y Julieta.

Sin embargo el auto amarronado no sería la última novedad que tendrían sobre el caso. Al estar a una cuadra del lugar, Morales recibió otra llamada del comisario que perturbaría a toda la comunidad: el asesino había dejado un pequeño regalo en la puerta de la Iglesia.







CAPITULO 5 - EL SUMO SACERDOTE



Respondiendo Jesús dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia. Juan 10, versículos 30-33.

Me imagino que conoces bien esta parábola Juli. ¿Te creías una buena samaritana al ayudarme a mí, un hombre indefenso y mal herido?... Ah, es cierto que no me podés responder por la mordaza. Igual en los ojos no te puse nada, mírame bien, siempre te gustaron mis ojos.  ¿Te acordás cuando dijiste que tenía una cara angelical? Si tuvieras libre tu boca estoy seguro que lo seguirías diciendo, cambie poco en este tiempo.

No te asustes. No patalees. No te preocupes que no te toqué, solo te saqué la ropa. Tenés lindas curvas y cualquiera que te tuviera así abusaría de tu cuerpo, pero no es lo que busco… Si seguís alterada no me va a quedar más remedio que darte una muerte más dolorosa. No pienses que voy a golpearte con esta balanza ni tampoco que sigo siendo tan dulce como para regalarte estos bombones, son solo una decoración para la escena del crimen.

¿Viste que buen actor soy? Parecía que de verdad tenía una pierna rota. Estuve practicando mucho, me costaba usar las muletas y ni te cuento qué recuerdos traje a mi mente para llorar desconsoladamente. Gracias por llevarme al auto, no podía con las muletas y los libros… Te esperé bastante, con el pañuelo en mi camisa embebido en cloroformo. ¿Qué loco no? Que tu Señor no te haya ayudado en esta. Mirate ahora, tirada en una deprimente cama y la muerte que ronda la habitación. ¿Qué piensa la religión sobre la muerte?... Ah, es cierto que no me podés responder por la mordaza.

Mejor mientras voy a buscar el hacha te cuento yo, estoy con poco tiempo y si no llego a casa pronto se va a notar mi ausencia. Dejá de llorar que no soy Dios para apiadarme de vos… La religión cristiana considera la muerte como el fin de la permanencia física del ser humano en su estado carnal, donde el espíritu abandona el cuerpo e inmediatamente vuelve a Dios… igual no sé para qué hablo tanto si lo vas a experimentar en poco tiempo.

¿Seguís con tus problemas para dormir? Acá tengo una almohada.  Te voy a leer otro fragmento de la Biblia, como si fuera tu difunto papá que te viene a dar las buenas noches. 

Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy a despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto. Juan 11, versículos 11-14.

Pero a vos tendría que darte otro par de lecciones. ¿Qué pensará la iglesia del adulterio? No tuviste una vida ejemplar, te escudaste en la religión y fuiste la primera en criticar. Una total desconsideración que no voy a pasar por alto. De hecho, hoy estamos aquí para celebrar el fin de todo, de todo lo que has hecho y vivido. ¿Estás conforme con el final que decidí para tu vida?... Ah, es cierto que no me podes responder porque Lázaro y Julieta han muerto.





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